“El cerebro humano es un telar encantado en donde millones de velocísimas lanzaderas van tejiendo un diseño que continuamente se disuelve, un motivo que tiene siempre un significado, por más que éste jamás perdure, y no sea más que una cambiante armonía de subdiseños. Es lo mismo que si la Vía Láctea se entregara a una especie de danza cósmica”

Visión poética de Sir Charles Sherrington (considerado el abuelo de la neurofisiología)


Por encima del reptil, y del límbico se encuentra la Corteza Cerebral o Neocortex (nueva o última corteza en formarse en la evolución cerebral), este es el cerebro que recubre las capas más viejas o primitivas, es el que nos hace seres racionales, y conscientes de todo lo que nos ocurre tanto en nuestro interior como fuera de el.

Nos distingue de los reptiles y otros mamíferos porque nos permite la capacidad de razonar, imaginar y fantasear, posee dos hemisferios cerebrales, el derecho e izquierdo. Por debajo de ambos hemisferios cerebrales se encuentra el cuerpo calloso que hace de especie de puente entre ambos hemisferios y permite las interconexiones entre ellos.

Toda la corteza cerebral posee billones de células que conocemos como neuronas, las cuales al conectarse producen la sinapsis, que al efecto físico no es más que el pensamiento, cada vez que aprendemos algo aumentamos el número de conexiones neuronales, la inteligencia se desarrolla mientras más conexiones neuronales logremos.

Los hemisferios cerebrales se ven organizados en forma simétrica, nuestro hemisferio izquierdo controla la parte derecha del cuerpo y el derecho controla nuestro lado izquierdo, sin embargo, hay asimetría en lo que respecta a sus funciones.

Cada hemisferio cerebral cumple diferentes funciones.

El hemisferio izquierdo: procesa la información en forma lógica, por lo que es secuencial, todo es llevado en un estricto orden, utiliza la enumeración, linealidad, el paso a paso, las relaciones causa- efecto. Se caracteriza por utilizar el análisis, es decir fragmenta la realidad por partes para estudiarla al detalle, es un proceso inductivo (de lo particular a lo general) proceso este muy importante para la toma de decisiones y la resolución de problemas. Además toma muy en cuenta el paso del tiempo, todo es planificado, cronometrado, marcado en agenda. El lenguaje oral y escrito son funciones de este hemisferio.

De este hemisferio deriva la Inteligencia Racional

El hemisferio derecho: Procesa todas las funciones que tienen que ver con lo espontáneo, creativo, la música, el arte; las imágenes: fantasear, visualizar, imaginar; posee la habilidad de la percepción espacial, dimensiones, Gestalt (totalidad), es decir que se caracteriza por utilizar la síntesis, une, integra, se sitúa en el todo, por lo que trabaja con deducciones (la totalidad, de lo general a lo particular). No necesita del tiempo, todo es eternamente presente. Trabaja con asociaciones libres, une, yuxtapone un símbolo con otro o con palabras, sensaciones, olores, colores. No hay métodos.

De este hemisferio derivan: la inteligencia asociativa, visual, espacial, auditiva, y la inteligencia intuitiva, esta última tiene que ver con esos pálpitos, corazonadas que no tienen para nosotros un explicación pero, que es recomendable hacer caso de ellos.

La noción de “Sistema de Inteligencias Múltiples” mencionada en el desarrollo de esta información sobre cerebro triuno es propuesta por Elaine De Beauport, quien ha desarrollado en forma excelente este modelo.



Por encima de este cerebro reptil, y por debajo de la neocorteza ubicamos el Sistema o Cerebro Límbico. A este cerebro también se le conoce como Cerebro Emocional o como Cerebro Mamífero, porque los mamíferos poseen una estructura similar, y se corresponde muy bien con el comportamiento de los animales mamíferos, por ejemplo: el comportamiento maternal, proteger y cuidar a las crías hasta que ellas puedan valerse por sí mismas.

Todo lo que ocurre en el medio exterior es procesado en nuestro cerebro límbico, dándole el matiz emocional al experimentarlo. Son comportamientos mamíferos: el amor, el odio, el altruismo, el deseo, los celos, la angustia, el temor, la culpa, etcétera.

En el se encuentran: el tálamo, que regula los comportamientos afectivos, la región septal, vinculada a la sexualidad, los bulbos olfatorios, que nos conectan a través del olfato y las manifestaciones respiratorias con las emociones, la amígdala (no confundir con las de la garganta) que permite la expresión oral de las emociones, el hipotálamo, especie de laboratorio donde se generan los químicos como serotonina, endorfinas, y otra gran cantidad de ellos, es el centro del placer y del dolor, y el hipocampo, relacionado con la memoria a largo plazo y las emociones.

El cerebro límbico fisiológicamente está interconectado con todos nuestros órganos internos, regulando la condición de expansión o contracción de ellos. Los estados emocionales tales como la rabia, depresión, frustración, el estrés, provocan que algunos órganos sufran las consecuencias de la contracción, tensión e irritación. Esto fue tratado en un post anterior.

Nuestro cerebro límbico, permite el clima emocional para propiciar la motivación al logro, ya que trabaja con una serie de neuroquímicos que propician el impulso para dar órdenes al cerebro reptil de movilizarse para efectuar el deseo, o lo que queremos alcanzar. A la forma efectiva de alcanzar lo que nos mueve o motiva se le ha denominado Inteligencia Motivacional.

Las emociones tienen un lenguaje que puede ser leído al igual que leemos un libro. Experimentar una emoción, vivirla, sentirla, concentrarte en el cuerpo, en la emoción, permite descifrar qué es lo que se siente. También se pueden pasar de un estado de ánimo a otro, en un determinado momento podemos estar melancólicos y al recibir una buena noticia pasar a estar feliz. A estos cambios de ánimo, y el poder experimentarlos sin negarlos, se le ha llamado Inteligencia Anímica e Inteligencia Afectiva respectivamente.

Próximo post: Neocorteza.




Las conductas más primitivas, más instintivas, de supervivencia, el miedo, la agresión, provienen de la primera capa en formarse llamada Cerebro Reptil o Básico, recibe este nombre por su parecido con el comportamiento de los reptiles. La huída, el engaño, las respuestas tipo pelea, son respuestas reptiles.

Lo que hacemos, es decir nuestros comportamientos se originan de esta zona profunda de nuestro cerebro. Desde el inicio de nuestra existencia nuestras acciones aún las que han dirigido al hombre primitivo provienen de aquí. Por lo tanto, arrastramos con esa herencia de nuestros antepasados en nuestros cerebros, que en la vida cotidiana está relacionada también con:

Crearnos parámetros para darle continuidad y orden a nuestra vida. Mediante una serie de limitaciones guiamos nuestra energía al establecer hábitos, rutinas, rituales, los cuales nos permiten actuar en automático, y ello nos da confianza, seguridad.

Sin embargo, aún cuando nos sentimos cómodos dentro de esta energía de la rutina, es importante darnos cuenta de cuándo es necesario disolver algún tipo de rutinas, hábitos, que se tornan inapropiados, o por el contrario establecer otros. De ese “darse cuenta” o capacidad de observación de nuestras acciones automáticas y de nuestros comportamientos en general, deriva lo que se ha denominado la inteligencia de los parámetros.

El sentido de pertenencia: afiliarse a un club, pertenecer a una familia, a una comunidad, a un grupo, poseer tú casa, tú apartamento y delimitarlos internamente con paredes, y este a su vez del de los vecinos. Protegernos y crear seguridad: buscar un hogar, casarse, ubicarnos en los mismos lugares, las luchas por el territorio, son propios de este cerebro reptil.

Igualmente mediante este cerebro podemos desenvolvernos inteligentemente cuando nos permitimos la libertad para decidir: seleccionar amigos, dirigentes, aceptar o no retos. Hacer uso de esta libertad de decidir nos permite “ser” y estar más saludables. También es una característica muy de este cerebro reptil el imitar o por el contrario inhibirse, ejemplo: imitar o copiar modelos de conductas apropiadas e inhibirse o abstenerse de otras que perjudican.

Los patrones de comportamiento: Los vamos aprendiendo a lo largo de nuestra vida, incluso aquellos que nos inculcaron nuestros padres, abuelos tíos, maestros, en fin las personas más significativas, y es una forma de ir fijando valores, creencias. La capacidad de darse cuenta de cuáles son los valores y creencias que mantenemos actualmente y si ellos nos potencian, fortalecen o no como persona es una característica de la inteligencia que deriva de este cerebro, denominada inteligencia de patrones, si en esta revisión personal notamos patrones de conducta que no son los que nos traen bienestar, entonces deberíamos asumir la responsabilidad de un trabajo personal para cambiarlos. Este trabajo personal requiere del convencimiento interno de que es necesario realizar el cambio.

En el próximo post el Cerebro Límbico.