Ciertas melodías pueden cambiar nuestro estado de ánimo.

Si nos remontamos en la historia podemos captar que al hombre no le ha sido indiferente la fuerza que ejercen los sonidos, cuyos efectos en el espíritu se evidencian en forma inmediata.

Los efectos del sonido a nivel del organismo ofrecen testimonios tales como el encontrado en un papiro egipcio en la tumba de Kahum año 1888. En el se apreciaba una melodía que tenía la propiedad de propiciar la fertilidad en la mujer.

Los griegos hacían referencia a Ethos (modo de pensar y actuar del ser humano) como el gran vinculo entre los sonidos y los factores psíquico- físicos.

Felipe V lo sacaba de su depresión la música del tenor Farinelli.

Según Pitágoras, los cuerpos celestes producían sonidos que al combinarse formaban la llamada Música de las Esferas. La NASA, posteriormente ha confirmado que cada cuerpo celeste (sol, luna, estrellas) tienen una música interna.

Pero no solamente el Universo es capaz de emitir música, todo lo que vive vibra y por supuesto también nuestro organismo.

Sabios, chamanes, médicos., brujas, maestros desde hace miles de años han buscado el sonido interior (sonido secreto que se cree tiene cada quien). También han sabido que nuestro cuerpo se puede programar por el lenguaje del sonido, por las palabras y el pensamiento.

La musicoterapia en este sentido ha hecho grandes aportes como técnica terapéutica que se utiliza para curar por medio de sonidos. Es aplicada tanto al área fisiológica como en la psicológica.

Muchas obras musicales se han recomendado para aliviar diferentes enfermedades, del aparato digestivo, respiratorio, cardiovascular, endocrino, etcétera. Entre ellas Alonso Rebolledo (1998) por ejemplo para el insomnio recomienda: Nocturno (Chopin), Adagio para cuerdas (Barber), Preludio para la siesta de un Fauno (Debussy). Para tonificar el sistema nervioso: el final de los maestros cantores (Wagner), Aida (Verdi).
Para la hipertensión arterial: La valse (Ravel), Serenata nº 13 en Sol mayor (Mozart), Las cuatro estaciones (Vivaldi). Hipotensión: Bolero (Ravel), Marcha en Re mayor (Mozart), Magnificat en Re Mayor (Bach), Rigoletto (Verdi)

En el aspecto psicológico hay músicas que pueden producir sensaciones de exaltación y otras que producen placidez.

Científicos como Lozanov y Caicedo descubrieron que el tipo de música adecuada para el control de del estrés, la relajación, rendir en los estudios y estimular las neuronas debe tener un ritmo lento, acompasado.

Para Lozanov, la música barroca particularmente induce a entrar en un estado de conciencia alterada especialmente propicia para el aprendizaje, alcanzándose una mayor capacidad para almacenar y memorizar información.

Él y otros científicos concluyen que la música barroca reafirma la unión de los dos hemisferios cerebrales, crea asociaciones auditivas rítmicas con el material de estudio e induce a la relajación.

Gran parte de la información se aprende mejor subconscientemente. Podemos iniciar una relajación física, respirando varias veces hasta sentirse relajado. De esta manera se va calmando el cuerpo y la mente. Al ir escuchando la música las ondas cerebrales descienden de 8 a 12 ciclos por segundo, que son las llamadas ondas alfa características de la relajación y meditación, donde también podemos incrementar nuestra auto aceptación, empatía, tolerancia, comprensión.

Algunas obras recomendables:
Bach, Vivaldi, Andel, Teleman, Quantz, Corelli, Albinoni.

Para eliminar la fatiga y el estrés también es recomendable el concierto de piano nº 1 de Beethoven, o el Cascanueces de P. Tchaikovsky porque activa la imaginación y la motivación.

Para la cefalea y jaquecas: Serenata (Shuberth), Himno al Sol (Rimsky- Kossakov), Sueño de Amor (Listz).

Otros aportes interesantes entre la música y el organismo, es el que establece una relación entre sonidos y ADN. Científicos modernos consideran al ADN como una brillante configuración de forma de onda que puede ser modificad con la luz, el color, campos magnéticos o con el sonido.

En otra línea de trabajo con el ADN, Luzardo cita a Ohno “Los trabajos de Ohno (1986), han sido importantes para demostrar científicamente el efecto de la música en el cuerpo. Su descubrimiento lo llamó “El Secreto Primordial”, un vinculo entre la música y la química de los genes.

El acido desoxirribonucleíco (ADN) componente de los genes es el responsable de todas las características herededadas y rige el principio de recurrencia repetitiva de los seres vivientes.

El doctor Ohno tradujo la química básica del ADN, en notas musicales, compuso piezas musicales de genes provenientes de células sanas y enfermas-cancerosas; éstas últimas eran sombrías, y la música disonante, parecida a la Marcha fúnebre de Chopin.

Los genes de la enzima de la lactosa, simple azúcar de leche, producen una melodía parecida a las canciones de cuna. El tema que se obtuvo fue grabado por un violinista y es utilizado en un Kindeganten de Tokio, para dormir a los niños a la hora de la siesta.

Luzardo, sostiene que el método que él ha creado para relacionar la química de los genes con las notas musicales se basa en las relaciones de los pesos moleculares de las bases púricas y primidicas que componen el ADN, con la posición de notas del pentagrama Ohn, cree que una forma básica cuantitativa de la música podría ser el idioma a través del cual los genes algún día puedan comprenderse”

Otros aportes en este sentido lo ofrece la psicométrica (totalmente diferente de la psicometría que se ve en la carrera para la validación de test psicológicos) que trabaja con frecuencias sonoras derivadas de diferentes instrumentos musicales, convencionales, electrónicos y etnicos. Se combinan en diferentes lenguas, frecuencias, silbaciones, mantralizaciones para sanar, logrando una composición única para cada persona en particular.


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