“Los árboles muestran la forma

corporal del viento;

las olas dan energía vital

a la luna”


Poema del Zenrin Kushu.


El cuerpo y la mente forman una unidad coherente e indivisible, se encuentran en continua interacción, ya que a fin de cuentas la materia es energía, pensar y caminar es emitir energía que recabamos del cuerpo o percibimos consciente o inconscientemente del medio que nos rodea.

Las interacciones que establecemos con el medio, con las personas que nos rodean, requieren de un intercambio de energía.


Schutz (1978) expresa que la energía es una fuerza vital fundamental, que se expresa con la descarga ante una necesidad y se produce un ciclo energético por fases:

Motivación- Preparación- Realización- Comprobación.


Si se complementa este ciclo se produce la consumación, manifestándose la satisfacción de la necesidad y una sensación de bienestar. Entonces la descarga de energía ha sido productiva.


Cuando hay mucha energía contenida y la persona no la utiliza apropiadamente, se producen descargas improductivas.


Si no se produce ningún tipo de descarga de energía ante una necesidad, la energía queda concentrada en ademanes de insastifacción.


Cuando la energía está bloqueada, se pueden observar rigidez corporal, contracción muscular, disminución de la respiración, no hay expresión de sentimientos, hay distanciamiento emocional, la persona pudiera no estar presente en su ahora.


Muy frecuentemente la energía se encuentra bloqueada en un músculo, puede ocurrir que la persona no tenga conciencia de ello porque no enlaza o asocia la rigidez corporal con sus sentimientos; por ejemplo: muslos (necesidad de seguridad, fortaleza, recursos, poder) está asociada a los sentimientos de debilidad, perder apoyo, a la soledad. La rigidez de la mandíbula (necesidad de desestructurar, tragar, gustar) está asociada con el miedo a expresarse.


Zinker (1992) sugiere que es importante reconocer, localizar, movilizar, y modificar esta energía para destrabar bloqueos y permitirse drenarla. La toma de conciencia que permita localizar donde están los bloqueos, detenerse en la forma cómo se respira, observar la expresión del rostro (relajada, rígida), los movimientos.


Métodos de ayuda para el drenaje de la energía, de los sentimientos, recuerdos, que se encuentran en alguna parte del cuerpo pueden facilitarse a través de movimientos corporales (actividad física), por la respiración, o la expresión verbal, tales como gritos, en ello también juega un papel muy importante la bioenegética. Que es la terapia creada por el Dr. Alexander Lowen, y utiliza el lenguaje del cuerpo para curar los problemas de la mente. En donde la acción es importante para la expresión de la energía acumulada, o de los conflictos emocionales no resueltos.


La gestalt, da importancia a este contacto con los sentimientos, pero sugiere que no se trata de la acción o del movimiento en sí mismo, sino que este debe cimentarse en la sensación y en el sentimiento. Hacer un contacto adecuado con las sensaciones y sentimientos, conlleva a que el ciclo energético que menciona Schutz se complete.


“La energía es bloqueada muy a menudo por temor a la excitación o a las emociones fuertes... Muchos individuos sienten que si se permiten enojarse, aniquilaran su entorno; si expresan sus impulsos sexuales, serán maníacos y perversos; si expresan amor, abrumaran y sofocaran a la otra persona; si se permiten alardear serán ridiculizados y rechazados.”


Esto temores asumidos como creencias no tienen basamento lógico, pero sin embargo, a la persona le parecen válidos y le funciona para mantener su integridad. Deben ser abordados en terapia desde una perspectiva que permita a la persona sentirse no evaluada ni criticada.







El bambú con su gran flexibilidad soporta toda tormenta y se mueve armónicamente hacia donde el viento lo dirija.

El bambú representa la unidad porque siempre crece en grupos, nunca está aislado y solitario. Es fuerte y al mismo tiempo flexible. También representa una prueba para impacientes.

Leí un relato de autor desconocido que permite hacer unas cuantas reflexiones.


“No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego.

También es obvio que quien cultiva la tierra no se detiene impaciente frente a la semilla sembrada, y grita con todas sus fuerzas: ¡Crece, por favor!

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú y que lo transforma en no apto para impacientes:
Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.

Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece
¡más de 30metros!

¿Tardó sólo seis semanas crecer?

No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.

Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.

Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado.

De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo.
Y esto puede ser extremadamente frustrante.

En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que en tanto no bajemos los brazos (ni abandonemos por no "ver" el resultado que esperamos), sí está sucediendo algo dentro de nosotros: estamos creciendo, madurando.

Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice.

El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación.
Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros.
Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.

Perdemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo que esperábamos, abandonamos nuestros sueños, nos generamos patologías que provienen de la ansiedad, del estrés...
¿Para qué?

Te propongo tratar de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación.
Si no consigues lo que anhelas, no desesperes...
quizá solo estés echando raíces...”.

Anónimo.